sábado, 28 de enero de 2012

Peligrosas esquinas del caribe


Los piratas hacían la América. En las islas y en las costas del mar Caribe, ellos eran más temidos que los huracanes.
En su Diario del Descubrimiento, Colón había mencionado 51 veces a Dios y 139 veces al oro, aunque Dios estaba en todas partes y el oro no daba ni para emplomar una muela.
Pero el tiempo había pasado, y en las fértiles tierras americanas florecían el oro, la plata, el azúcar, el algodón y otros prodigios. Los piratas estaban especializados en la usurpación de esos frutos. Y por mérito de sus afanes, estos instrumentos de la acumulación de capitales se incorporaban a la nobleza británica.
La reina Isabel de Inglaterra fue socia del temible Francis Drake, que llegó a darle una ganancia del cuatro mil seiscientos por ciento sobre sus inversiones. Ella lo hizo sir. También hizo sir al tío de Drake, John Hawkins, y se asoció al negocio que Hawkins inauguró cuando compró trescientos esclavos en Sierra Leona, los vendió en Santo Domingo y sus tres naves volvieron a Londres cargadas de azúcar, pieles y jengibre.
A partir de entonces, el tráfico negrero pasó a ser el Cerro Rico de Potosí que Inglaterra no tenía.
Espejos: una historia casi universal

No hay comentarios:

Publicar un comentario